Espiritualidad

La Congregación de la Santa Cruz toma su espiritualidad y carisma de su fundador, el Beato Basile Moreau, quien, en reconocimiento a la ejemplaridad de su vida, fue beatificado el 15 de septiembre de 2007.

Como hombre de celo apostólico, Moreau se centró en la misión que Jesucristo había confiado a la Iglesia. Al tiempo que enfatizaba la necesidad de la santidad personal, Moreau se veía a sí mismo y a su familia religiosa, como apóstoles que debían ser enviados por el Señor en nombre de su evangelio. Es con este impulso misionero que los primeros misioneros de Santa Cruz salieron de Francia y llegaron a Chile en 1943 y a Perú en 1973.

En particular, el Espíritu Santo inspiró a Moreau a fundar la Congregación para ser enviados como educadores en la fe. Este es nuestro carisma. Por eso, “Dondequiera que trabajemos” ya sea en nuestros colegios, parroquias, ministerios familiares u obras sociales, “ayudamos a los demás no solamente a reconocer y desarrollar sus propios dones, sino también a reconocer las aspiraciones más profundas de su vida” (2,16). Buscamos educar en la fe desarrollando la mente; cultivando el corazón; encendiendo el celo por el servicio y la solidaridad, alentando la esperanza en la cruz y uniendo a los demás como familia.

Como hombre de amplios estudios y profunda piedad, Moreau tuvo muchas influencias espirituales. Aprendió la Escuela Francesa de Espiritualidad en el seminario sulpiciano; fue un ávido estudioso de San Ignacio de Loyola y de sus Ejercicios Espirituales; y se convirtió en un estrecho amigo y colaborador del abad benedictino y liturgista, Dom Gueranger.

Aunque la espiritualidad que Moreau transmitió a la Congregación refleja estas diversas influencias, su fundamento es la cruz de Cristo. Ave Crux Spes Unica -Salve la cruz nuestra única esperanza- es el lema que Moreau eligió para la Congregación.

Es una realidad que hemos vivido en carne y hueso aquí en América Latina, acompañando al Pueblo de Dios en estas tierras, con todos sus sufrimientos y luchas. “Como ellos, estamos agobiados por las mismas luchas, estamos acosados por las mismas flaquezas; como ellos, somos renovados por el mismo amor del Señor; como ellos, esperamos un mundo donde prevalezcan la justicia y el amor” (2,12). Es así, en solidaridad y con una opción preferencial por los pobres, que esperamos ser verdaderos educadores en la fe y hombres portadores de esperanza.

Para ayudar a sostener su Congregación, Moreau entregó a sus religiosos, hermanos y hermanas, como una familia de fe. También modeló la Congregación sobre la Sagrada Familia de Jesús, María y José y nos consagró a ellos como nuestros patrones.

Compartimos, difundimos e inculcamos este mismo espíritu familiar, en todas nuestras obras apostólicas; en la esperanza de construir, caminando junto a nuestros colaboradores laicos, “comunidades del reino venidero” (2,12).