P. Gerardo T. Papen C.S.C. 10 diciembre, 1935 – 6 de octubre, 2023

El P. Gerardo Papen, C.S.C., nació el 10 de diciembre de 1935 en Tacoma, WA. Hijo de Joseph W. Papen y Victoria Thaden, ambos ya fallecidos. El matrimonio tuvo 14 hijos, dividido igualmente entre hombres y mujeres. Sus estudios primarios y secundarios los realizó en el colegio público de Sheridan, Oregón. Terminada su educación secundaria, ingresó al Seminario de Santa Cruz, comenzando sus estudios de filosofía en la Universidad de Notre Dame. Hizo sus primeros votos en Jordan, Minnesota el 16 de agosto de 1955.  Llegó a Chile en 1960, para continuar con sus estudios de Teología en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Tras ello, regresó a los Estados Unidos, para ser ordenado sacerdote el 21 de diciembre de 1963, en Portland, Oregón.

La vida religiosa y sacerdotal del P. Gerardo fue la de un misionero “a todo terreno”. Siempre atento a los más pobres, los discriminados, los enfermos y abandonados. Tuvo siempre un admirable celo apostólico, que habría enorgullecido a nuestro fundador. Acompañó a los campesinos, los migrantes, los relegados, los enfermos de SIDA, los niños abandonados, las personas con discapacidad, los encarcelados. Su vestimenta sencilla, simpatía, y el trato directo, permitían encontrar a Gerardo caminando por los barrios y villorrios más alejados, o compartiendo un “pancito” con las personas en situación de calle. Siempre era el primero en querer ir a misiones durante el verano, y con su sencillo saco de dormir, no le importaba dónde reclinaría su cabeza. Muchos jóvenes recuerdan con cariño, su presencia con ellos, año tras año.

Luego de ser ordenado sacerdote, sirvió en varias parroquias. Su preferencia siempre fue en los campos, entre las montañas, o en la ciudad entre los más pobres. Sus primeros años de sacerdote fueron como vicario en San Roque, luego en Santo Domingo en la comuna de San Antonio, o en San José, comuna de Melipilla. En 1973 fue Párroco de la Parroquia El Carmen en la comuna de Quilicura, y sirvió por un tiempo en Santa Rosa de Lo Barnechea, Nuestra Señora de Andacollo y en San Roque, todas en Santiago.  

En 1982, la comunidad le pidió asumir una nueva misión en Vallenar, en el norte de Chile. Fue Vicario en la Parroquia de San Ambrosio, para atender pastoralmente la Población Torreblanca, hoy Parroquia Santa Cruz, y luego Párroco en Nuestra Señora del Carmen en Alto del Carmen-Vallenar. Siempre recordaba con nostalgia su tiempo en el Valle del Huasco Alto, junto a los asociados de Santa Cruz, donde acogió a muchos relegados políticos. Recorría su Parroquia normalmente caminando o en un bus que pasaba en la mañana y regresaba por la tarde, hasta que el bus se desbarrancó, quedando el P. Gerardo gravemente herido. En ese tiempo, el P. Gerardo ya pensaba en su próxima misión y estaba abierto a servir ya sea en Perú, como en Brasil.

En 1987 regresó a la zona Central y en 1989, asume como Párroco en Nuestra Señora de la Merced, en la diócesis de San Felipe. Era un nuevo apostolado que asumía la Congregación y en donde, además, estaría el Noviciado de Chile y Perú. Posteriormente en 1995, asume como Párroco en Nuestra Señora de Andacollo en Santiago.

El P. Gerardo fue un hombre de historias, que contaba una y otra vez, o sus más cercanos contaban de él. Para la Canonización de Santa Teresa de los Andes, primera santa chilena, viajó con un pequeño grupo de feligreses, que, buscando el precio más conveniente, encontraron un pasaje en la línea área soviética de la época, Aeroflot, vía Moscú, quedándose una noche en el hotel más elegante de la ciudad. Sus historias con el P. Juan Alsina, un sacerdote misionero español, a quien conoció predicando en los campos, y posteriormente asesinado a los días del golpe militar. Su cuerpo fue encontrado en un puente cercano a la Parroquia de Andacollo y le llevaron a organizar anualmente con los feligreses peregrinaciones, en su memoria.

Lo académico no era su fuerte. Sin embargo, se interesaba por la historia, y los estudios genealógicos. Con meticulosidad y perseverancia, escribió una breve historia de la poetisa chilena Lucila de María Godoy Alcayaga, Gabriela Mistral, Premio Nobel de literatura, en donde compartió sus investigaciones en los registros bautismales. Su calidad de sabueso como lo definió, el escritor y crítico chileno, Enrique Lafourcade, le llevó a descubrir que, por el lado paterno, era descendiente de indígenas nativos, esclavos africanos y colonizadores españoles.

El P. Gerardo tenía el admirable don de estar siempre conversando con alguien, muchas veces desconocidos, y a todas y todos les hacía sentirse bienvenidos. Muchos sacerdotes lo recuerdan como modelo de Cristo, ya que podía acoger sin importar identidad de género, ocupación o situación social, en él todos podían encontrar un espacio acogedor y seguro. Para él todos merecían igualdad de oportunidades y dignidad, independientemente de su pasado, elecciones de vida o circunstancias personales. Lo hacía con total naturalidad, y solo su sonrisa y sus ojos azules intensos, podían transmitir una profunda paz y alegría. Siempre le interesó fomentar el ecumenismo y participaba en todas las reuniones inter-religiosas que se organizaban.  

Sus últimos años los vivió en la Parroquia en Calle Larga. Al celebrar sus cincuenta años como sacerdote los feligreses le regalaron de recuerdo una bicicleta confeccionada de papel. Visitaba en su bicicleta los lugares más alejados, entraba en sus casas, y no importaba si eran católicos o no católicos. Todos lo conocían ya que al pasar lo veían barrer la larga vereda no solo de la Parroquia, sino que también de varios vecinos. Algunos dicen que incluso barría en el cuartel de la policía. Llevaba los sacramentos diariamente, a los que lo requerían y ungía a los enfermos.

Los últimos años de su vida los pasó en la Casa San Juan XXIII, donde como Congregación acogemos a los religiosos que requieren de atención médica. Las personas que lo cuidaban reconocían la paz, sencillez y alegría que transmitía a todos los que lo visitaban. Un fiel servidor de Jesucristo y quien, dejando su tierra, y su lengua, fue sin duda un misionero, “de tomo y lomo”. Un signo vivo del amor de Dios para con todos, pero en particular para los más pobres y abandonados.

Santiago, 06 de octubre, 2023