Mi vocación, por Jim Gutiérrez
Muchas veces cuando era niño (tengo este recuerdo desde los seis años), mis familiares más cercanos me preguntaban: ¿Qué quieres ser cuando seas grande, Jim? A lo que respondía con voz fuerte: ¡Abogado!
Soy Jim Gutiérrez, el primer hijo de Humberto y Gilda, y el hermano mayor de dos hermanos y una hermana. Nací y crecí en Sullana, Piura (costa norte del Perú). Mi familia es católica, pero no muy practicante. Recuerdo que cuando era pequeño iba a misa cuando había una celebración importante. Estudié en el Colegio San Pedro Chanel de los Padres Maristas,
Con 17 años empecé a estudiar Administración (ingeniería comercial) en la universidad. Entonces, tuve mi primera polola que era mi compañera de carrera. El tiempo que duró nuestro pololeo fue increíble, nos quisimos mucho.
Continuando, en mi segundo año de carrera, por invitación de una prima materna, fui a la capilla de mi barrio para ser catequista de primera comunión. No sé muy bien porque me interesó ir, pero fui. Asistí varios años como catequista. Creamos una comunidad de vida entre todos los jóvenes, éramos alrededor de quince y cada año unos se iban y otros ingresaban. Todos éramos del mismo barrio. Fue en este tiempo que conocí a mi mejor amigo con el que compartimos nuestra vocación a la vida religiosa. Aunque él se retiró, seguimos siendo los mejores amigos.
En mi experiencia como catequista fui descubriendo el rostro de Dios en Jesús. Jesús era mi hermano mayor, mi amigo y compañero de vida. Había estado siempre conmigo, pero no lo había tomado en cuenta. Y como yo soy el mayor de mis hermanos, pues necesité un hermano mayor a mí y ese era Jesús. En la capilla tuve mi primer contacto cercano con la vida religiosa, las encargadas de la capilla eran las Hermanas Carmelitas de la Caridad de Vedruna, unas religiosas sin hábito (españolas y peruanas). Ellas nos daban talleres de Biblia, de psicología y retiros espirituales. La vida de ellas me llamó mucho la atención. Dejé de mirar a la vida religiosa como algo inalcanzable, porque estas hermanas me mostraron que Dios se hace cercano a la gente y que está en medio de su pueblo. Siendo catequista y mientras participa de un encuentro de catequistas, sentí explícitamente que Dios me llamaba. Les cuento como fue:
Cómo Dios me llamó fue de una manera extraña. Hay una canción que se llama “Hágase en mi según tu Palabra” de Ain Karem (grupo fundado por la congregación de las Hermanas Carmelitas). Esta frase es la respuesta de María al ángel Gabriel (Lc 1,38). En el salón donde nos juntábamos para las dinámicas, al escuchar esa canción, cerré los ojos y empecé a sentir como un fuego que me quemaba por dentro y lo único que hice fue llorar y llorar. Esta fue mi experiencia fundante.
Después de esto, seguí con mi vida y mis estudios. Pero empecé un camino de acompañamiento con las hermanas. Así que tomar la decisión de empezar el camino de la vida religiosa no fue nada fácil. Antes de decidir, tenía mucho miedo, pues sentía que me aventuraba a lo nuevo, a lo desconocido. Esto implicaba dejar a mi familia, a mis amigos y amigas y mi vida en mi barrio. Una de las hermanas me dijo esta frase del Evangelio: “El que pone la mano en el arado y mira para atrás, no sirve para el Reino de Dios”. Esta frase resonó mucho en mí corazón y era como el empujón que necesitaba. Además, que, en la oración, sentí que Dios me iba a dar la fuerza necesaria para emprender el camino de la vida religiosa.
En un principio mi familia se opuso, pero con el pasar de los años me entendieron y acompañaron en este camino.
Entonces, empecé con la Congregación de Santa Cruz con veinticuatro años. Hice mi aspirantado en agosto de 2014 e ingresé al postulantado en marzo de 2015 junto con tres compañeros más. Empecé mi noviciado en el año 2016 con un chileno, un mexicano y tres brasileños; José, uno de los brasileños es mi hermano de comunidad y también mi gran amigo. Al final del noviciado profesé mis votos de castidad, pobreza y obediencia como miembro de la Congregación de Santa Cruz. En 2017 llegué a Santiago para estudiar la Teología en la Universidad Católica. Después de tres años y medio de estudios, soy licenciado en teología. Durante todos estos años en la vida religiosa en Santa Cruz, me siento feliz por todo lo que he vivido con mis hermanos de Congregación. Aunque en un principio no quería ir a Chile, fui disfrutando cada momento ahí. He forjado amistades y profundizado mi relación con Jesús.
Para un religioso, lo central es nuestra relación con Jesús, porque es Él quien nos ha llamado, me ha invitado y yo he respondido alegremente para hacer su voluntad. Hacer la voluntad de Dios significa ponerme al servicio de mi comunidad y de todas las personas con las que he compartido la vida en los apostolados donde fui enviado. Ante la invitación de Jesucristo, la vida religiosa es uno de los caminos a los que somos llamados por Dios a vivir en plenitud nuestra vocación siendo felices. Sin embargo, hay momentos difíciles, donde las dificultades y adversidades personales, familiares o comunitarias se hacen visible. Aquí, solo nos queda ponernos en las manos de Jesús para que sea Él quién nos ayude a superar cada momento difícil.
Esto es un poco de mi historia vocacional. Como has leído es la historia de un ser humano común y corriente. Y tú ¿Tienes una historia? ¿Cuál es tu historia de vida o vocacional?